Recientemente me he referido a las ideas de David Bohm expresadas en su famoso libro La totalidad y el orden implicado. Bohm, a quien tanto venero, no es de aquéllos que acaban enfrascándose en un reducido espacio de investigación. Es un hombre de pensamiento, bien formado en la teoría cuántica, avezado conocedor de los pensamientos de Einstein y profundo filósofo de la naturaleza última de la materia. Fue un pensador con espíritu libre, capaz de captar la realidad holística del ser tal y como refleja en su obra póstuma The Undivided Universe, publicada en 1993.
Durante los últimos quince años de su vida, Bohm publicó varios escritos que apuntan hacia una descripción única y unificada de la realidad, promovida por una mente material cósmica. The Undivided Universe es una síntesis global de su pensamiento científico-filosófico donde se formalizan matemáticamente algunos conceptos físicos, por cierto, polémicos.
Es la obra final de un físico heterodoxo, conciente de la necesidad de abrir nuevos horizontes en las ciencias físicas para ofrecer una visión más completa y consistente de la experiencia psíquica. Se trata de la obra de madurez que, desde la base de su teoría de variables ocultas, da consistencia matemática a sus ideas físico-metafísicas relacionándolas con el fenómeno de la conciencia.
La característica fundamental del pensamiento de Bohm es la unidad múltiplemente conexa de la realidad. El mundo físico posee una estructura dinámica que produce la enorme diversidad de seres y fenómenos que constatamos por los sentidos. Es un sistema plural en continuo cambio que, sin embargo, goza de un substrato interno que lo sustenta, rige y unifica.
El conjunto de fenómenos físicos, biológicos y psíquicos que acontecen en la realidad sensible y perceptible conforman el orden explicado de Bohm que está constituido por el conjunto de sucesos susceptibles de comprobación experimental por alguna disciplina científica. Se trata del orden contingente de la realidad que, sometido a las leyes de causa-efecto, no puede en última instancia explicarse a sí mismo.
Es allí cuando, Bohm propone elorden implicado como fundamento ontológico del orden fenomenológico explicado. Más allá de las leyes físicas mecanicistas propias del orden sensible, existe una totalidad primaria, indivisible y atemporal que unifica, ordena y causa el orden explicado. Este orden implicado, multidimensional, permite explicar ontológicamente la contingencia, más o menos azarosa, del mundo físico fenoménico y dotarlo de una unidad psicobiofísica que suprime cualquier fragmentación aparente.
No existen dos órdenes distintos de realidad, sino una única totalidad implicado-explicada. El orden explicado es parte constitutiva del orden implicado, que le da razón de ser. Toda la realidad explicado-implicada es la existencia promovida por un fondo de energía en incesante actividad, un holomovimiento causal que todo lo genera y sustenta. Este movimiento holístico incluye también una dimensión psíquica de la materia. Es un todo dialéctico de energía y mente que causa el orden explicado físico y psíquico.
Tras el encuentro intelectual entre Bohm y el filósofo oriental Jiddu Krishnamurti, Bohm se percata del complemento metafísico a su teoría física y comienza a preguntarse por la explicación científica de la conciencia. Ambos pensadores se encontraron por primera vez en 1961. Fruto de sus diálogos han surgido diversas publicaciones y numerosos (e interesantes) videos que están disponibles en línea, como el que sigue:
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Bohm distingue entre pensamiento y conciencia. El pensamiento es la facultad mental adquirida y consolidada que rutinariamente nos permite actuar adecuadamente en un medio. Lo constituyen tanto el conjunto de destrezas físicas como psíquicas. Es el modus operandi ordinario. El pensamiento habilita un proceso psíquico para construir una imagen coherente del mundo, útil para la supervivencia y es el resultado de la acción conjunta de la mente y las percepciones.
Sin duda, actuar conforme al pensamiento supone un comportamiento individualista en tensión con el de otros individuos. Como fruto de este modo psíquico de acción se producen todas diferencias y fragmentaciones que observamos en nuestras sociedades. En On Dialogue (1997) se recogen una serie de conferencias que buscan paliar este mal disgregador, a partir de un nuevo funcionamiento de la mente: el pensamiento consciente o conciencia.
El pensamiento es limitado por definición al tratar con abstracciones de una realidad global en sí misma. La conciencia es el modo complementario del funcionamiento psíquico. Es capaz de percibir sin la habituación cultural propia del pensamiento. En el pensamiento consciente es posible contemplar la realidad directamente, sin mediaciones, y lograr percibir la realidad en su conjunto tal cual es. La conciencia, en definitiva, es la capacidad de la mente para percibir directamente. Es desde donde se produce la experiencia cumbre, que alguna vez describí. Es la dimensión psíquica que nos abre a lo nuevo y, por tanto, es fuente de toda creatividad. La originalidad propia del modo consciente del psiquismo permite romper con la superficialidad del pensamiento y sumergirse en las profundidades ontológicas de la realidad. Gracias a la conciencia el hombre puede religarse a la realidad en su conjunto. Más allá del pensamiento funcional, la conciencia permite contactar directamente con el fundamento dinámico del ser.
Para Bohm, el ser humano es una mente individual. Es un ser material individualizado con capacidad para percibir conscientemente la realidad última. Fundamentado en la mente cósmica originaria, el hombre es un ser material psíquico con relativa independencia del todo capaz de sentir físicamente y pensar conscientemente la realidad. Como sujeto autónomo el ser humano puede aislarse de la dinámica cósmica y funcionar en un reducto de la creación con el modo pensamiento. El pensamiento es suficiente para subsistir con relativo éxito en nuestra sociedad. Sin embargo, el hombre, como mente individual ligada al cosmos, está llamado a un comportamiento consciente superior.
La mente individual es susceptible siempre de ser activada concientemente y salir del modo pensamiento. La conexión entre la mente cósmica y la mente individual produce, según Bohm, la experiencia de la percepción directa consciente: experiencia cumbre. El hombre se hace conciente de su dimensión psíquica superior y alcanza una visión más íntegra y ajustada de la realidad global.
Para Bohm, el orden psicobiofísico explicado y el orden implicado son parte indiferenciada de un todo material consciente que lo causa. Este movimiento global coherente, es el fundamento causal de todo ser, orden y estructura. El holomovimiento es la realidad última; es materia-conciencia en movimiento. Desde el orden implicado la incesante actividad psicofísica emerge hacia órdenes cada vez más explicados hasta constituir el ser consciente fenomenológico. El fenómeno de la conciencia es, pues, la esencia desplegada de mente y materia. Cada ser consciente es una realidad material con actividad psíquica, capaz de explicitar las propiedades intrínsecas del ser último de mente y energía.
Bohm considera a la conciencia como un fenómeno emergente. El cerebro es una estructura material susceptible de generar conciencia. La ordenación adecuada de la masa cerebral a través de interacciones físicas produce la experiencia consciente. Para Bohm, la conformación de un estado cerebral cuántico tras la acción de fuerzas no-locales, permitiría explicar la experiencia mística como la acción directa de la mente cósmica sobre una mente individual. Aun conscientes de que no existe constatación experimental de esta teoría no-local de la conciencia, sin duda, la propuesta de Bohm es una tentativa científica para explicarla físicamente. Las propuestas especulativas de Bohm representan un hito en la historia en el diálogo de la física con la espiritualidad.
“The law of attraction is this: You don’t attract what you want. You attract what you are.”
"Tu no atraes lo que quieres. Tu atraes lo que eres."
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