PRIMERA
LEY DE LA SUSTITUCIÓN
Esta ley dice que la única manera de librarse de cierto pensamiento es sustituirlo por otro. No se puede descartar directamente un pensamiento. Sólo puede substituírselo por otro. En el plano físico no ocurre así, se puede dejar caer un libro o una piedra abriendo sencillamente la mano y soltando el objeto, pero en el pensamiento, ese recurso no funciona. Si quiere suprimir un pensamiento negativo, la única forma de conseguirlo consiste en pensar en algo positivo y constructivo, es como si, digamos, para dejar caer un lápiz, fuera necesario poner una pluma, un libro o una piedra en su mano cuando el lápiz caiga.
Cuando lo invaden pensamientos negativos, no los combata, sino piense en algo positivo. ... a veces los pensamientos negativos parecen asediarlo con tanta fuerza que no puede superarlos, eso se llama un acceso de depresión, o de preocupación, o tal vez, un arranque de cólera. En ese caso, lo mejor es buscar a alguien con quien hablar de cualquier tema o distraerse, ir al cine o al teatro, o leer un libro interesante, una buena novela una biografía, o una crónica de viajes o algo así. Si se pone a combatir la marea negativa, lo que obtendrá, probablemente, será incrementarla.
Preste atención a algo muy distinto, negándose resueltamente a pensar en la dificultad o a recrearla y, más tarde, después que se haya alejado completamente del problema, puede regresar con confianza y afrontarlo mediante un tratamiento espiritual.
SEGUNDA
LA LEY DE LA RELAJACIÓN
En todo trabajo mental, el esfuerzo se derrota a si mismo. Mientras más esfuerzo realice, menos resultados obtendrá. Esto, es lo opuesto a lo que encontramos en el plano físico, pero no nos sorprende porque en muchos casos, las leyes de la mente son el reverso de las de la materia.
En el plano físico, generalmente, mientras más esfuerzo se realiza, mayor es el resultado. Mientras más fuerza se aplica a un taladro, más rápido se logra un agujero, mientras con mayor fuerza se martilla un clavo, más rápidamente penetrará la pared. Exactamente lo contrario ocurre con el pensamiento.
Cualquier intento de presión mental está destinado de antemano al fracaso porque en el momento en que comienza la tensión, la mente deja de funcionar con creatividad y se limita a trabajar según el viejo molde habitual. Cuando uno trata de forzar las cosas mentalmente, cuando uno trata de apresurarse mentalmente, sencillamente detiene su poder creador. Para que la mente vuelva a ser creativa, hay que suprimir su tensión mediante un relajamiento consciente.
En todo trabajo mental, sea relajado, apacible y no se apresure, pues el esfuerzo se derrota a sí mismo.
TERCERA
LEY DE LA ACTIVIDAD SUBCONSCIENTE
No bien el subconsciente acepta cualquier idea, de inmediato trata de llevarla cabo. Utiliza todos sus recursos (que son mucho mayores de lo que se suele suponer) para ese fin. Utiliza todo ápice de conocimiento que uno haya acumulado, la mayor parte del cual se ha olvidado por completo, para conseguir su propósito. Moviliza los numerosos poderes mentales que uno posee, la mayoría de los cuales uno nunca emplea conscientemente. Aprovecha la energía ilimitada de la mente. Alinea todas las leyes de la naturaleza a medida que éstas operan tanto dentro como fuera de usted para obtener lo que persigue.
A veces consigue inmediatamente su objetivo. A veces le toma un poco más de tiempo; otras veces, mucho tiempo, dependiendo de las dificultades que haya que superar. Pero si el objetivo no es completamente imposible, el subconsciente lo logrará, una vez que acepte la idea.
La ley se cumple tanto con las ideas buenas como con las malas. Esta ley, cuando se utiliza negativamente, provoca enfermedades, problemas y fracasos; cuando se utiliza positivamente, genera salud, libertad y éxito. La armonía es inevitable cuando nuestros pensamientos son positivos, constructivos y generosos.
Lo único que hay que hacer pues, es conseguir que el subconsciente acepte la idea que queremos reproducir, y las leyes de la naturaleza harán el resto: producirán el cuerpo sano, las circunstancias armoniosas, la carrera exitosa. Nosotros damos las órdenes; el subconsciente hace el trabajo.
CUARTA
LA LEY DE LA PRÁCTICA
La práctica conduce a la perfección. Ese familiar proverbio encierra una de las grandes leyes de la naturaleza humana, la cual - como es una ley - nunca, bajo ninguna circunstancia, se viola.
Para ser hábil en cualquier campo, es preciso practicar. Sencillamente, no hay logro sin práctica, y mientras más se practique, siempre que se haga inteligentemente, mayor será la pericia y más pronto se la obtendrá. Esto se cumple en el estudio de la música, de un idioma, cuando se aprende a nadar, a patinar, a esquiar o a volar. Se cumple en todo aspecto imaginable de la actividad humana. La práctica es el precio de la pericia.
En la vida comercial, y en cualquier clase de administración o dirección, la experiencia es la forma que adquiere la práctica; una vez más es la práctica la que conduce a la perfección. De ahí que, si otros aspectos son iguales, se suele escoger a una persona mayor para puestos de responsabilidad, y no a una persona más joven.
En la metafísica los efectos de esta ley, son particularmente impresionantes. El control del pensamiento es por completo cuestión de práctica inteligente. Pero observen que he dicho práctica inteligente. Forzar algo con violencia no es práctica inteligente, al igual que no lo es la lentitud monótona.
La práctica es el secreto del logro. Podemos parodiar a Dantón y decir: ¡Práctica...! ¡Y más práctica...! ¡Y todavía más práctica!
QUINTA
LOS DOS FACTORES
Todo pensamiento está integrado por dos factores: el conocimiento y el sentimiento. Un pensamiento está integrado por una porción de conocimiento con una carga de sentimiento y es solo el sentimiento el que da poder al pensamiento. Por importante o magnífico que sea el contenido de conocimiento, si no está vinculado a un sentimiento, no pasará nada. Por otra parte, por poco importante o insignificante que sea el contenido del conocimiento, si hay una carga de sentimiento, algo pasará.
En la naturaleza, el pájaro simboliza esta ley natural. Un pájaro tiene dos alas, ni más ni menos, y las dos deben funcionar para que pueda volar.
No importa que el contenido de conocimiento sea correcto o no, mientras uno crea que es correcto, recuerde que lo que importa es lo que creemos de verdad. Un informe sobre algo puede ser muy inexacto, pero si usted lo cree, tiene el mismo efecto sobre usted que si fuera cierto; y ese efecto, una vez más, dependerá de la cantidad de sentimiento que contenga.
Cuando comprendemos esta Ley advertimos la importancia de aceptar sólo la Verdad concerniente a la vida en toda la fase de nuestra experiencia. No hay duda de que: "Conoced la Verdad, y la Verdad os hará libres." Ahora comprendemos por qué los sentimientos negativos (el miedo, la crítica, etc.) son tan destructivos y por que una sensación de paz y de buena voluntad constituye un enorme poder de curación.
SEXTA
AQUELLO EN LO QUE UNO PIENSA, CRECE
Aquello en lo que uno piensa, crece. Esta es una máxima oriental, y resume las mayores y más fundamentales de todas las Leyes de la Mente.
Aquello en lo que uno piensa, crece. Cualquier cosa a la que usted de acceso en su mente, se magnifica en su vida. El sujeto de su pensamiento puede ser bueno o malo; la ley funciona y la condición crece. Cualquier asunto que usted mantenga fuera de su mente, puede reducirse en su vida, pues lo que no se usa, se atrofia.
Mientras más piensa en su indigestión o en su reuma, más se agravarán esos males. Mientras más piense que usted está sano, que está bien, mejor estará su organismo. Mientras más piense en las carencias, los malos tiempos, etc..., peor andarán sus negocios; y mientras más piense en la prosperidad, la abundancia y el éxito, dará a su vida una proporción mayor de esos bienes.
Mientras más piense en sus cuitas, o en las injusticias que ha sufrido, más pruebas de ese tipo seguirá recibiendo; y mientras más piense en la buena suerte que ha tenido, más buena suerte recibirá.
Esta es la Ley Mental básica, fundamental, que lo abarca todo. En realidad toda enseñanza psicológica y metafísica no es mucho más que un comentario sobre esta Ley.
SÉPTIMA
LA LEY DEL PERDÓN
Es una ley mental inquebrantable que uno tiene que perdonar a otros si quiere superar las dificultades y lograr un verdadero progreso espiritual.
Quizá la importancia vital del perdón no sea obvia a primera visita, pero puede estar seguro de que no es simple coincidencia que todo gran maestro espiritual, comenzando por Jesucristo, haya insistido tan enérgicamente en el perdón. Debe perdonar las injurias, pero no sólo de palabra o como una cuestión formal, sino sinceramente de corazón; así es. Usted no perdonará por el bien de otra persona, sino por su propio bien. Para esa persona el perdón no significará gran cosa (a menos que fije una serie de valores a partir del perdón), pero para usted tendrá una gran significación. El resentimiento, la condena, la ira, el deseo de ver a alguien castigado son cosas que corrompen su alma por muy astutamente que usted disimule esos sentimientos, como esas cosas tienen un contenido emocional más vigoroso de lo que cualquiera sospecharía le afianzan sus problemas, los remachan. Lo encadenan a muchos otros problemas que en realidad no tienen nada que ver con los agravios originales.
Perdonar no significa que usted deba simpatizar con el delincuente o que quiera conocerlo, sino que usted debe desearle el bien. Usted, por supuesto, no debe permitir imposiciones o malos tratos; debe librar sus propias batallas, y librarlas con oraciones, justicia y buena voluntad no importa que usted pueda olvidar las injurias o no, aunque si usted deja de pensar en ellas, probablemente las olvide pero debe perdonar.
Del libro de Emmet Fox: "Dale valor a tu vida"
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